El río de la vida corre entre las orillas del dolor y del placer. Es solo cuando la mente se niega a correr con la vida y se aferra a las orillas, cuando eso deviene un problema. Por correr con la vida quiero decir aceptación —dejar que venga lo que viene y que se vaya lo que se va.
(Sri Nisargadatta Maharaj, Yo Soy Eso)
Hace mucho que no escribo una reflexión personal. Hoy que es día 1° de septiembre, es un buen día para retomar los escritos.
Harta agua ha corrido bajo el puente, mucha vida ha fluido desde mi último escrito.
Lo principal, es que la práctica de la meditación se me ha hecho una actividad cotidiana, un estado del día a día.
Ya van casi dos años que practico la sanación meditativa en mi consulta. Y la costumbre de observar y permitir mis sensaciones físicas se me fue extendiendo al día, al momento que voy en un transantiago, en que voy en el metro, o voy manejando, o presencio una puesta de sol esplendorosa sobre las nubes… sea que pase un mal rato, un buen rato, que venga una ola de emociones…
Observo y permito… observo y permito… permito… permito…
Y el río de la vida ha fluido y ha traído experiencias varias, fuertes, removedoras, renovadoras…
Fin de una convivencia, otro curso con Adyashanti, una nueva relación de pareja, dos nuevos cursos de Sat Nam Rasayan, la partida de mi padre hacia el otro lado del arcoíris, excursiones al aire libre, el rebrote de traumas olvidados de mi niñez…
Cada día, cada momento, cada experiencia, la he vivido observando y permitiendo…
Observar, mirar, vivir la experiencia; vivir la emoción, permitirle fluir; observar las causas, las superficiales y las profundas; vivir la emoción, permitirla… fluir, meditar, observar, permitir…
Experimentar la impermanencia… todo pasa, todo se va…
La partida de mi padre fue lenta, fueron meses de verlo apagarse… y en cada minuto compartido con él, me propuse estar consciente, muy consciente, y recordar las razones profundas de su elección de terminar su vida así. Sin resistirme, sin aferrarme, sin sufrir.
Le había prometido muchas veces que lo iba a ayudar a cruzar al otro lado –y así lo hice en sus últimos días-, le conté muchas veces lo que encontraría al otro lado, cumplí sus encargos de cómo quería reposar en tierra junto a su amada Olguita, mi madre.
Y todo esto lo viví consciente, observando, permitiendo… meditando cada vez que estuve con él, mientras conversábamos, mientras él lloraba, mientras yo lloraba… meditando a su lado cuando ya hacía un rato había dejado de respirar… meditando en mi propia tristeza profunda, al mismo tiempo de la alegría luminosa de sentirlo libre al otro lado.
He vivido pocas horas de tristeza, y muchas de alivio, sintiéndolo en su revisión de lo que vivió, en el reencuentro con quienes partieron antes que él.
Junto con su partida se me desbloquearon traumas olvidados de mi niñez. Y aquí estoy develando el secreto, poco a poco van apareciendo los cabos sueltos… y observo, permito, fluyo… medito. Tengo la certeza de que todo lo que he vivido es una elección de mi espíritu, de mí misma. Por lo tanto no hay quejas, no hay dolor… al menos no en mi conciencia meditativa… mi cuerpo físico todavía guarda esas memorias… cuando afloran, las vivo, las permito… medito.
La costumbre de meditar me ha permitido vivir momentos muy fuertes con una calma interna que hasta hace unos 2 o 3 años me era desconocida.
De tanto practicar, ahora soy capaz de mantener esa calma en el día a día.
He dejado de temerle a las crisis emocionales, ya sé que van a pasar. Los altibajos de mi naturaleza pisciana ya no me asustan, simplemente los permito…
También tengo la certeza de que todo pasa, todo se va, aún en medio de una tormenta emocional, recuerdo… va a pasar…
Desde el último curso de Sat Nam Rasayan, me es más fácil lograr detener mi diálogo interno. Ahora puedo silenciar mi mente hasta en el abarrotado metro. Recuerdo a Adyashanti diciendo que la vida cotidiana fluye sola, que no es necesario siquiera pensar en ella…
Es extraño… observar, ver, reconocer, saber dónde estoy en un minuto, pero sin hablar conmigo misma, sin esa vocecita interna agotadora.
Al mismo tiempo, en la meditación –sea en sanación o a solas- llego a silencios mucho más profundos. Esos estados sin límite, de vacío, de ser una con todo, se hacen cada vez más frecuentes.
El silencio interno… aquél que veía tan lejano, ese del que leía en libros, que veía en videos… ese silencio exquisito, expandido, libre, de ser una con todo… ya está aquí conmigo!
Esta práctica me ha permitido integrar todo lo aprendido, las distintas técnicas y escuelas de desarrollo de la conciencia por las que he pasado. Van 25 años desde que empecé a despertar, 10 años desde que tomé el primer curso de sanación con Harold. 8 años desde que empecé a trabajar como sanadora. 3 años desde que empecé los cursos de sanación meditativa.
Adyashanti se me cruzó hace 2 años…
Cuánto he aprendido desde entonces… cuánto camino recorrido, cuántas pesadas mochilas que ya no cargo. Cuanta calma y claridad tengo ahora…
Falta, falta mucho por trabajar… todavía me queda domesticar más mi ego, mi necesidad de controlar, mi rabia, mi impaciencia… y sí, medito en mi ego, el control, en mi rabia, mi impaciencia.
Observo mis sensaciones físicas, las permito, hasta que dejo de sentirlas y llego a ese silencio donde todo es una sola señal. Eso es todo.
Esto es meditar.
Si me resfrío, medito. Si me enojo, medito. Si aflora mi trauma, medito. Si siento tristeza y extraño a mi paire y a otros, medito. Si me mareo, medito.
Si camino de la mano con mi pareja, medito. Si disfruto de un bosque o una montaña nevada, medito.
Si disfruto de mis gatos echados al sol en mi cama, medito.
Si trabajo en los cursos de Adyashanti, medito… si me estoy durmiendo, despertando… medito.
Hoy sé que la meditación simplemente es estar consciente del “aquí y el ahora” en lo que sea que uno esté haciendo o viviendo. Es vivir el momento presente abriendo todos los sentidos, vivir todo lo que “ES” en todo momento.
Vivir la vida en tiempo presente, a plena consciencia, simplemente fluyendo… de eso se trata.
Namasté!
Brujita, desde hace tantos años que me acompañas… maravillosa tu reflexión de hoy… mil gracias.
Mi hijo tiene 10 anios y siempre a visto cosas a visto ninos que juegan con el ay otro nino que es malo y lo sigia el siente que algen lo mira y lo sigue el tiene miedo y mi 2 hojas son igual en veses miran cosas siempre que nos movemos es lo mismo yo de nina mirava anjeles y cosas malas y cuando ase unos anios yo iva al bingo a jugar yo a unas personas les mirava una ora en ellos yo antes ganava mucho ora yevo 3 anios que no gano y no miro eso no se que nos pasa nos puede ayudar
Hola Edna, si eres de Santiago de Chile, toma una hora conmigo para poder ayudarte.
Namasté!