Hace ya 8 años escribí aquí en mi blog sobre el lenguaje, haciendo sugerencias varias acerca de abandonar el uso de ciertas palabras y expresiones. Harta agua ha pasado debajo del puente ya. Releo, y veo tan mental mi texto, que ahora decidí reescribirlo desde el sentir.

En la época que escribí mi antiguo texto apenas sentía mi cuerpo pues percibía visualmente, tras 4 años de entrenamiento de clarividencia y por el hecho de provenir de una familia muy mental que ocultaba las emociones. Pero ahora el nivel de auto conciencia ha aumentado y estoy más atenta a mis señales físicas, gracias a la técnica de meditación que practico, que se ancla en las sensaciones del cuerpo (Sat Nam Rasayan).
En cuanto a nuestra desastrosa e insana sociedad consumista, ahora es más aceptable que uno se declare y acepte sensitivo, dada la definición ‘oficial’ de Personas Altamente Sensibles que fue acuñada por Elain Aron hace unos años. También se habla más de las personas del espectro autista (TEA o CEA), quienes son particularmente sensitivas.
Puedo agregar que muchos niños de ahora están exigiendo un trato distinto de sus padres y profesores, más transparente, honesto y consecuente; vienen más reacios a que les limiten su libre albedrío, y reclaman más cuando los adultos les dan órdenes. Hasta ahora, me ha resultado con niños y adolescentes dar indicaciones e instrucciones, incluyendo la palabra responsabilidad y omitiendo los conceptos de obligación y el deber (y dejando el espacio para que ejerzan su responsabilidad, muy importante).
Ahora que soy consciente de mis sensaciones físicas ocurre que por donde ande, camine, con quien converse, con quien discuta, siento en mi hermoso cuerpo y consciencia una cantidad enorme de sensaciones físicas, que he aprendido a manejar -en parte- por la meditación cotidiana. A ratos, o en ciertos días, tanta sensación me abruma y prefiero abstenerme de interactuar con el mundo común.
Con los años he reafirmado el cambio en el lenguaje, sigo eligiendo las palabras cuidadosamente, a mis cercanos les pido que eviten ciertas expresiones. Y en cuanto a los sensibles, brujis, niños y adolescentes perceptivos, les transmito más en detalle mi experiencia y sentir del lenguaje.

Desde la perspectiva de un ser profundamente sintiente, puedo contar que me duele el pecho si me señalan repetidamente con el dedo en una conversación. Si se acumulan las señalizaciones, no me queda otra que pedir por favor que dejen de hacerlo. La expresión ‘fíjate’, ‘te fijas’, ‘cachai’, tienen el mismo efecto en mí. Duele! Como si recibiera un arponazo o disparo en pleno pecho.
Por qué? La explicación es que la persona que usa esta expresión me está exigiendo que mire, perciba como la hace ella, es una petición que anula mi percepción, mi individualidad. Duele!
Entonces, ahora estoy más consciente que mi cuerpo salta con los ruidos fuertes, y también siento más fuerte el dolor cuando alguien me da una orden. Me refiero a frases como ‘tú debes’, tú tienes que…’, tú estás obligada’.
Todas estas frases me hacen sentir –otra vez- un arponazo directo a mi corazón, a mi 4° chakra. Me hacen encogerme, y por sobre todo… me empujan a rebelarme a esa orden, pues desde mi libre albedrío, no estoy obligada a cosa alguna.
Decir ‘tú debes’ es muy distinto a ‘esta es tu responsabilidad’. ‘Tú te comprometiste a… ‘. ‘fue tu decisión…’, etc. O… preguntar: tú podrías? quieres?
E incluso… ‘te interesa’? Esta última viene a mi mente por expresiones como ‘deberíamos tomarnos un café juntas’.
Ah?
No estoy obligada, no quiero, no puedo, no me interesa. Duele el pecho que me digas ese ‘debería’. Duele!
Prefiero que me digas: te tinca tomarnos un café juntas? Una frase así la siento como una invitación abierta, que me permite decidir (y lo más probable es que diga que sí).
También me duele el pecho y salto con una despedida clásica chilena: ‘cuídate!’. O peor aún, ‘te me cuidas!’.
Vienen con tanto miedo esas expresiones, que los sensibles lo sentimos, dan frío. Hace años aprendí a decir simplemente: que estés bien!
Otra situación que me inquieta es la contradicción entre el lenguaje corporal y verbal de una persona diciendo por ejemplo: Nooo, lo pasamos genial!, mientras niega con la cabeza.
O: ‘no, si me llevo súper bien con mi mamá’.
A qué le creo… al lenguaje verbal? A la contradicción verbal? A lo que le siento a la persona en el cuerpo?
Por mi parte, me quedo con el primer no, pues coincide con lo que percibo en la persona. Con estas frases y gestos leo la contradicción no resuelta de la persona, que se dice algo, pero su sentir es diametralmente opuesto.
Y sigo con las expresiones: ‘nunca’, ‘jamás’, ‘para siempre’, es mucho tiempo, demasiado.
Suelo hacer la observación a alguien que cuenta algo que ocurre desde hace 3 meses –por ejemplo- y usa la palabra siempre. Tres meses no son siempre, o nunca. Son sólo 90 días.
Sirve hacer el ejercicio de volver a verbalizar la situación cambiando la expresión, observar las sensaciones físicas y cuánto cambia la percepción general del evento. He visto a muchos aliviarse al darse cuenta que están eternizando algo de corta duración.
También puedo decir que las palabras que vienen con rabia queman, las con tristeza inundan, con miedo dan frío (ya lo dije), con culpa duelen, con envidia y amargura envenenan. Si alguien no dijo todo lo que quería decir, o no quiere que yo diga algo, empiezo a toser. Si alguien está siendo muy enfático en su hablar, yo siento que se me viene encima. Si dos personas discuten, puedo sentir su energía moviéndose amenazante de la una a la otra (eso asusta).
Esto que observo en mí y he hecho consciente, lo veo en personas sensitivas y aún más aguzado en adultos y niños del espectro autista. Tomar consciencia de cuánto sentimos, cuánto duele, cuánto incomoda el lenguaje, y hacer los cambios, alivia la vida cotidiana. Pues ya tenemos más que suficiente con los sobre estímulos de la vida citadina, con supermercados, calles atestadas, ruidos, colores fuertes, publicidad demasiado luminosa, y un largo etcétera.
Si tienes amigos, pareja, colegas, hijos, parientes sensitivos, te invito a que pruebes hacer algunos cambios. Si eres tú alguien sensitivo, puedes observarte sentirte, y pedir a quienes te rodean unos pocos cambios.
Toma unos meses hacerlo, pero se puede, sobre todo si se hace desde la cooperación mutua.
Hoy le sugerí a una amiga con hijos y marido sensitivos del espectro autista que hicieran el ejercicio de cambiar las expresiones que cito más arriba, y que comentaran sus sensaciones físicas entre todos. La idea es que al interior de la familia hagan cambios que los ayuden a reconocer, comprender y manejar la sensibilidad extra que tenemos algunas personas.
He aprendido en estos años que esta sensibilidad extra que tenemos algunos muchos humanos viene de fábrica, no la podemos cambiar, así como no podemos cambiar el color de ojos con que nacimos. Podemos aprender a manejar esta sensibilidad, y ayuda que los que son menos sensibles hagan pequeños cambios.
Sé que somos millones los que sentimos mucho, y nos duele el tipo de comunicación dura de esta sociedad occidental enferma. Te invito a que pruebes hacer cambios en el lenguaje… y si me cuentas, yo feliz de comentar contigo.
Namáste!
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