Apenas hecho el primer curso con Harold, me lancé a jugar con parientes. Ya en la segunda sanación descubrí que con mis manos podía sentir lo que hacía, y entender qué estaba ocurriendo. Seguí practicando con amigos que se ofrecieron de voluntarios a probar los efectos… sentía la necesidad de probar, jugar y aprender… segura de que se venían cosas grandes.
Ya venía de una sanación asombrosa.
En abril del 2003, me las di de mujer maravilla en una escalera y me hice polvo la muñeca izquierda. Para recuperar al menos parte del movimiento fue necesario operar y colocar placas, pernos y agujas. En mi desesperación de volver a usar mi mano, pensando en poder tejer, en tomar mi cámara fotográfica, en manejar… de alguna parte tomé la idea de imaginar enanitos –igualitos a los de Blancanieves- y ponerlos a trabajar en la reconstrucción de mis huesos. Bromeaba que los tenía a doble jornada, con buen sueldo, y trabajando a gusto. Fue tanta la energía que puse en mi lado izquierdo, que un rasguño enorme de unos de mis gatos en mi brazo derecho, demoró semanas en sanar.
Cuando empecé la terapia- ya sin fierros varios- el fisiatra no podía creer el poco tiempo pasado.
Y el traumatólogo menos. Cuando le pregunté qué opinaba de mi mano al darme el alta, su respuesta fue: “es un milagro, no entiendo cómo sanaste”.
Por supuesto que pude volver a hacer todo lo que quería con mi mano izquierda… perdí algo así como el 5% de movilidad.
Cuando llevaba 6 meses de curso de clarividencia – en el 2005-, y varios cursos de sanación, un amigo enfermó de los pulmones; no recuerdo el diagnóstico, pero se trataba que los alvéolos iban endureciendo paulatinamente. No había opciones médicas… y él había sido papá hacía pocos meses.
Le ofrecí hacer sanaciones de prueba, las que aceptó gustoso. Justo por esos días empezaron a aparecer bolas de energía en las fotos. En la primera sanación que le hice, al llamar a los maestros sanadores que ayudaban, mi departamento se llenó de bolitas!
Varias sanaciones después, y con la recomendación de usar ropa naranja para ayudar a llamar las energías de sanación, él y su señora me contaron que en el control el médico dijo que le habían cambiado al paciente… no había huella de la enfermedad.
Unos meses después, mi padre empezó a enfermar gravemente… en diciembre de ese año vino el diagnóstico lapidario de cáncer terminal de próstata, con un antígeno prostático de 4800, metástasis en todos los pulmones, columna, y un pronóstico de 1 a 3 semanas de vida.
En ese punto de desesperación, mi viejo habló con su hermana y le dijo que me pidiera que le hiciera “una de esas cosas que la hija está haciendo”. Le expliqué, le dije que las sanaciones servirían para que cruzara tranquilo… o en una de esas, podía haber alguna mejora. Le hice las sanaciones a distancia; con lo incrédulo que era, no quise exponerlo a algo que lo iba a incomodar. Hice unas 20 sesiones a distancia, a veces ayudaba una prima que también había aprendido.
Le di algunas sugerencias, como visualizar luz naranja, imaginar enanitos reparando la zona, sacando la enfermedad.
Entre todas las cosas que ocurrieron en un período de 2 meses, mi viejo despertó una noche gritando, sintiendo que algo botaba… o le sacaban. Sus compañeros de habitación de hospital creían que moría…
Desde esa noche empezó a mejorar; le estabilizaron la columna con dos placas y le dieron algunos medicamentos que no tomaba regularmente.
Para sorpresa de los médicos… a los 3 meses caminaba apenas con ayuda de un bastón.
Varios le preguntaron a cuántos Padre Hurtado le había rezado; otro casi se cae de la silla y le dijo que qué hacía caminando, si tenía que estar 2 metros bajo tierra. Mi viejo fue muy renuente a contar que yo le había hecho sanaciones. Ni aún en familia…
Y a pesar de la cantidad de sesiones, el mejoró físicamente pero no hizo cambios emocionales.
Vivió 9 años más, hasta que el cáncer rebrotó… y esta vez ya no quiso sanaciones.
Fue un aprendizaje tremendo sobre libre albedrío: él tomó de las sanaciones sólo lo que quería… y fue también una lección imborrable sobre milagros.
Esta historia quedó registrada en un video de Desarrollo Luz Dorada, mi primera escuela.
No recuerdo la fecha… pero un día mi entonces marido llegó de su reunión de despedida de scout con la mano izquierda torcida; el diagnóstico médico fue corte de tendón y cirugía. Un querido amigo vidente –que acaba de cruzar el arco iris- vio de inmediato que el corte tenía que ver con su renuncia… mi ex marido miró su mano, hizo el saludo scout, volvió a mirar su mano… una nube gris salió del dorso… él imaginó nano máquinas tendiendo un tendón nuevo.
Esto fue un día lunes. El jueves iba a ecografía y el viernes a pabellón.
El jueves la eco mostró el tendón intacto. Era el mismo médico que operó mi mano… y que no llegó a operar el tendón.
Otra historia es una amiga que tenía una enfermedad a la sangre, y necesitaba transfusiones a menudo. Hicimos 4 sanaciones… yo solía decirle que no quería que la sangre de su madre corriera por sus venas. Luego de unas semanas de las sanaciones, algo cambió dentro de ella, algo soltó… la relación con su madre mejoró… y la enfermedad desapareció, sin dejar huella.
En el 2012, una clienta antigua de tarot me contactó para hacer sanación a su hermana: con un cuadro de meningitis fulminante, hospitalizada y en coma inducido desde que evaluaron que iba perdiendo sus funciones vitales. Fue todo a distancia, nunca la ví, me contactaba por mail con la hermana. En algún momento, dado que su estado iba empeorando, le hice la sanación para ayudarla a cruzar el umbral. Pero en vez de partir… usó la sanación para decidirse a volver… y contra todo pronóstico… salió del hospital caminando, hablando, y con un diagnóstico de lupus y algunas pequeñas secuelas. Hace vida casi normal.
Los médicos nunca entendieron.
Y otras historias más breves… un cáncer uterino que tras ser diagnosticado, desapareció con una sanación. Un mioma de 8 cms que bajó a 2 cms. Una mujer que rehízo su vida tras un accidente en que murió uno de sus hijos.
Tanta historia acumulada en 10 años de sanaciones… muchas historias de enfermos de cáncer que cruzaron el umbral de la vida en paz…
De todas las vivencias compartidas, he aprendido a reconocer si la persona realmente quiere sanar o no. La lección más grande: es el paciente quien se sana a sí mismo… si quiere.
Un sanador es apenas un agente externo que da un leve toque a la conciencia, permitiendo que la armonía natural se restablezca.
Y vuelvo a la frase que siento que es el resumen de todo: “Lo que resistes persiste; lo que aceptas te transforma.”
Quien acepta de corazón su enfermedad, tiene todas las opciones de sanarse. Quien se enoja con su estado, se resiste, discute… seguirá enfermo.
Namasté!