Swami Vivekananda

Yo he venido aquí en representación de una filosofía de la India llamada filosofía vedanta. Esta filosofía es muy, muy antigua; es el resultado de esa abundante literatura indoeuropea antigua conocida por el nombre de los Vedas. Es como si fuera la flor de todas las especulaciones, experiencias y análisis incorporados en esa abundante literatura, coleccionada y seleccionada a lo largo de los siglos. Esta filosofía vedanta tiene ciertas particularidades. En primer lugar, es perfectamente impersonal: no le debe su origen a ninguna persona o profeta, y no gira en torno a ninguna persona. No obstante, no dice nada en contra de las filosofías que se construyen en torno a determinadas personas. Últimamente en la India han surgido otras filosofías y sistemas, como el budismo o muchas de las sectas actuales. Todas se muestran fieles a un determinado líder, como los cristianos y los musulmanes. Pero la filosofía vedanta se halla detrás de todas estas sectas, y entre el vedanta y cualquier otro sistema del mundo no existe ninguna lucha ni antagonismo.

El vedanta afirma que el alma humana es divina, y que todo lo que vemos a nuestro alrededor es el resultado de esa conciencia de lo divino. Todo lo fuerte, bueno y poderoso que tiene la naturaleza humana proviene de esa divinidad, y aunque en muchas personas sólo esté en potencia, esencialmente no hay ninguna diferencia entre los seres humanos, pues todos son igual de divinos. Detrás de nosotros hay una especie de océano infinito, y tú y yo somos como las olas numerosas que salen del mismo; y cada uno hace lo que puede por manifestar ese infinito fuera. Todos nosotros contamos con ese océano infinito de Existencia, Conocimiento y Dicha como derecho de nacimiento, como nuestra verdadera naturaleza; y nuestras diferencias provienen del mayor o menor poder de manifestación de esa divinidad. Por consiguiente, el vedanta enseña que nadie debería ser tratado por cómo se manifiesta, sino por lo que representa. Todos los seres humanos representan la divinidad y, por tanto, todos deberíamos ser útiles, sin condenar a los demás, ayudándoles a entrar en contacto con la divinidad de su interior.

El vedanta no se pelea con aquellos que todavía no comprenden esta divinidad del alma. De manera consciente o no, todos los seres humanos están tratando de desplegar esa divinidad. Cada uno de nosotros es como un manantial infinito que se hubiera visto reducido a una cajita, y ese manantial intenta desplegarse; y la totalidad del fenómeno social que vemos es el resultado de este intento de despliegue.

Pero el vedanta afirma que este concepto de divinidad del alma está en todas las religiones, en la India o fuera de ella; lo que sucede es que algunas expresan este concepto de forma mitológica, y otras, de forma simbólica. El vedanta afirma que todo lo que denominamos ética, moralidad y hacer el bien a los demás no es más que la manifestación de esta unidad. En ocasiones sentimos que somos uno con el universo y nos apresuramos a expresarlo, lo sepamos o no. Esta expresión de unidad es lo que denominamos amor y simpatía, y es la base de toda nuestra ética y nuestra moralidad. La filosofía vedanta lo resume en el famoso aforismo Tat Twam Asi: «Tú eres Eso».

Todo el mundo lo aprende: Eso es uno con este ser universal y, como tal, todas las almas que existen son tu alma; y todos los cuerpos que existen son tu cuerpo; y cuando le haces daño a alguien, te haces daño a ti mismo, y cuando amas a alguien, te amas a ti mismo. En el momento que arrojas una corriente de odio, además de dañar a quien sea, también te daña a ti; y si de ti sale amor, volverá a ti.

Tú eres el Infinito, sólo que ahora no eres consciente de ello; pero estás luchando por alcanzar esta conciencia del Infinito, y cuando tengas plena conciencia de este Infinito alcanzarás la perfección.

Otro de los conceptos peculiares del vedanta es que, como el objetivo es el mismo, debemos permitir esta diversidad infinita de pensamientos religiosos, sin tratar de imponer la misma opinión en todo el mundo. Como dice el vedántico en su lenguaje poético: «De igual manera que tantos ríos, naciendo en montañas diferentes, descienden y finalmente llegan al mar, todas estas variaciones de credos y religiones, que se inician en diferentes sitios y recorren caminos tortuosos o derechos, finalmente terminan en Ti».

Ésta es una de las grandes lecciones del vedanta. Teniendo en cuenta, conscientemente o no, que estamos luchando por alcanzar el mismo objetivo, ¿por qué nos impacientamos? Si un hombre va más despacio que otro, debemos ser pacientes, y no debemos maldecirlo ni injuriarlo. Cuando tenemos los ojos abiertos y el corazón purificado, la obra de la misma influencia divina que despliega la misma divinidad en todos los seres humanos se manifestará, y sólo entonces podremos reclamar la fraternidad del ser humano.

Cuando alguien llega al estado más alto de Unidad, y no ve hombres ni mujeres, sectas ni credos, color, nacimiento, ni ninguna de estas diferencias, sino que las trasciende y descubre ese Espíritu Infinito de Unidad detrás de cada ser humano, sólo entonces habrá logrado la fraternidad universal, y sólo entonces será un vedántico.

(fuente http://www.advaitainfo.com/maestros/vivekananda.html)

Ser un vedántico, por Swami Vivekananda
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